lunes, 6 de febrero de 2012

Quiero ser algo más que eso... Melancolía


Ante la preocupante deriva de los acontecimientos económicos, amplificados muchas veces por unos medios demasiado preocupados por juegos matemáticos desligados por completo de la realidad, tendemos a caer presas de un pesimismo que puede distorsionar nuestro sentido crítico y hacernos caer en una actitud melancólica. No podemos permitirnos el adocenamiento en un momento histórico crucial, en el que tantas cosas hay en juego. No podemos limitarnos a decir que no hay salida posible, que todo va a ir a peor y que poco podemos hacer por revertir la situación. Esta actitud apoltronadora es la que critica con ironía corrosiva el profesor de Literatura Española Jordi Gracia en El Intelectual melancólico (Anagrama). El último grito de de 2011, el año que vio resucitar el panfleto como género, nos lo deja este pequeño libro que no busca encauzar la indignación como los de Héssel o Sampedro, si no alertarnos del daño de que son capaces quienes desde lo alto de su cátedra de marfil o desde la estrechez de miras de su columna periodística se dedican a rechazar de plano toda novedad en nombre de una rancia nostalgia hacia un mundo ya pasado, un mundo en el que su predicamento gozaba de un prestigio que hoy ha dejado de existir.

Jordi coloca una señal de ceda el paso para que los viejos carrozas del pensamiento se den cuenta de que la autopista no es suya, de que cuanto más se empecinen en su actitud más va a costar salir del atasco, del que por supuesto, no tienen nada que ver. En las últimas páginas del panfleto, Gracia cita al escritor italiano Eduardo Magris, cuyas palabras entroncan con el ideario que su compatriota Gianni Vattimo expresa en Ecce Commu: “El mito de la Revolución y el Gran proyecto puede aumentar la fuerza de aquellos ideales, precisamente porque los libera de la idolatría mítica y totalizante que los ha vuelto rígidos; (…) el mundo no puede ser redimido de una vez para siempre y cada generación tiene que empujar, como Sísifo, su propia piedra, para evitar que ésta se le eche encima, aplastándole. La conciencia de estas cosas supone la entrada de la humanidad en la madurez espiritual, en esa mayoría de edad de la Razón que Kant había vislumbrado en la Ilustración”.

Es pues, un sano ejercicio leer El intelectual melancólico, en un momento con tantas razones para dejarse querer por los irresistibles cantos de sirena de la melancolía, de la que debemos servirnos como una fuerza espoleadora que nos ayude a mejorar el mundo, en lugar de una fútil añoranza de un mundo que no por ser pasado fue mejor.

alberto sánchez medina